viernes, 18 de octubre de 2013

…DICEN QUE DIJERON QUE ANDAN DICIENDO…Por Margarito López Ramírez*


…que en cierta ocasión, el maestro, poeta y escritor Celedonio Serrano Martínez, invitó a su hijo Raúl para que lo acompañara a un paraje en donde desde tiempo atrás había construido una cabaña y cultivado árboles frutales que constituían una huerta que daba matices de verdor en las faldas que descienden desde Xomislo hasta topar con el “riachuelo Coxtlapa” que fluye en las inmediaciones de la ciudad de Tixtla de Guerrero. En el amanecer del siguiente día, ambos caminaron rumbo al lugar conocido como El palito verde.

Dado que nunca falta un “yo lo oí”, se sabe que cuando estuvieron repuestos del esfuerzo que habían hecho para llegar a su destino, el maestro Celedonio, a manera de quien realiza un ritual, se abocó a entregar: pala, pico y  barreta a su hijo al tiempo que lo instruía cómo usarlos y dónde debía trabajar para hacer las concavidades que arbustos de aguacate, limoneros, limas y demás plantas frutales necesitaban para conservar la humedad y protegerse de corrientes acuosas.

Y he aquí que, al transcurrir algunas horas en las que habían aflorado voluntad y esfuerzo de progenitor e hijo, Raúl, acosado por los estragos de cansancios y lastimaduras, mostró sus manos impregnadas de ampollas a su padre, pero éste lejos de considerar el estado deplorable de su muchacho citadino, le dijo:

“Por eso te mostré que pala, pico y barreta se agarran fuertemente para que no haya fricción que provoque lastimaduras; pero no te preocupes, las ampollas se reventarán y no sentirás esa incomodidad y dolor que te causan ahora… Te recomiendo que te orines en ellas para evitar una infección, y sigas trabajando para que no se enfríen tus manos… ¡Debes apresurarte porque aún te falta mucho para terminar tu tarea!”

Se dice que, sin el menor ánimo de contrariar a su padre abocado en socavar la tierra, Raúl se concentró en su trabajo sobreponiéndose al cansancio y el dolor aposentado en sus manos de catrín. Pero al fenecer la tarde, cuando hubo concluido su trabajo y guardado los utensilios de labranza, fue ante su padre a quien encaró y a boca de jarro le preguntó:
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-          ¡Papá!,… ¿puedo saber para qué me trajiste a trabajar en tu huerto y por qué ese empeño de hacer zanjas y procurarle tierra a las plantas a costa del esfuerzo que he realizado por no estar acostumbrado a las labores del campo?
-          ¡Sí, mi queridísimo hijo!, te he traído para que aprendas a cultivar la tierra! –dijo en tono enfático don Celedonio Serrano-, y el esfuerzo y dolor que hoy has experimentado se conviertan en cariño hacia este lugar que habrá de ser tuyo.

La respuesta sacudió emocionalmente a Raúl, no tanto por el anuncio que lo hacía casi propietario de lo que con ahínco había cultivado su padre, sino por la inducción paternal  que pretendía arraigarlo a la tierra y los frutos que de ella se obtienen.

Dicen… que esta confidencia familiar, jamás contada, se acurrucó y floreció en los oídos de sus amigos, quienes, incentivados por los sorbos dados a aguas de las verdes matas y los ecos de acordes de una guitarra, participaban en una convivencia impregnada de anécdotas,  canciones, poemas, epigramas y pasajes chuscos. Y que cuando las sombras de la noche inundaron el paisaje pueblerino, rememoraron  la obra literaria del maestro de literatura, poeta y prosista, don Celedonio Serrano Martínez, ciudadano asentado en Tixtla de Guerrero; recordaron al hombre probo originario de La Puerta de Arriba, hoy Puerto de Allende Municipio de Tlalchapa en la Región de Tierra Caliente; evocaron pasajes y contenido de sus libros: El Coyote, El Cazador y sus Perros, El Corrido no deriva del Romance Español y El Empautado;  atrajeron asomos de su entrega pedagógica en el ámbito normalista;  y revivieron facetas de cómo había sido, y cómo se le había mirado en los últimos años de vida acompañado de su esposa doña María de la luz Nava cuando transitaban por las calles de la ciudad o acudían a El palito verde… Los ánimos vivenciales consumieron la noche, y cuando el canto de los gallos anunció el rosicler, hubo un “hasta pronto” generalizado en afueras del hogar de Raúl y su esposa Sol.

Hoy, a muchos años de aquel ayer, “no están ustedes para saberlo, ni yo para contarlo” pero deben saber que la huerta del maestro Celedonio Serrano se ha visto incrementada con renuevos de frutales y magueyes que crecen acicateados por el esmerado cultivo de Raúl: profesionista, trovador y amigo de prosapia arraigada en el terruño tixtleco.

* El maestro en Ciencias, Margarito López Ramírez, es miembro del Consejo de Administración de "Suriana" La Revista de Guerrero y de Grado Cero Press.

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