martes, 25 de junio de 2013

Entresemana ¿Y Colosio? Por Moisés Sánchez Limón Hace 13 años

Moisés Sánchez Limón
Hace 13 años, al término de una ceremonia luctuosa en memoria de Luis Donaldo Colosio Murrieta, a la entonces lideresa nacional del PRI, Dulce María Sauri Riancho, le incomodó el planteamiento de que el malogrado candidato presidencial se convertiría en efeméride.

Palabras más, palabras menos, Dulce María endureció la mirada y, molesta, respondió: “no, eso nunca”.

Corrían los últimos meses del PRI en el poder. Abandonada por Ernesto Zedillo Ponce de León, como presidenta del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional se encaminaba, en aquellos días de marzo del año 2000, a la derrota en las urnas, a entregar la Presidencia de la República al Partido Acción Nacional.

Ernesto Zedillo, candidato sustituto que, bajo el manto de la memoria de Colosio ganó de calle la elección federal de 1994, abandonó al PRI, con la frase de la sana distancia entre el Presidente y el PRI en el discurso definitorio, traicionó el ideal colosista y se echó a los brazos de la componenda política que le otorgó un singular espacio en la historia, un nicho con la placa alusiva al priista Presidente de la República que acabó con una historia de poder de más de 70 años.

Y Dulce María asumió la responsabilidad histórica de no haber contenido a los grupos de poder que se generaron dentro del PRI cuando Zedillo abandonó al partido a su suerte. Y en once años se cerró la pinza de la concertacesión iniciada en 1989 en Baja California con un gobernador panista, Ernesto Ruffo Appel, bajo cuya administración creció y sentó sus reales en esa entidad el crimen organizado.
Condición similar ocurrió en el gobierno de Vicente Fox, con destacado desarrollo de la corrupción y los delitos de cuello blanco vinculados a la delincuencia organizada que, con Felipe Calderón eclosionó con las funestas consecuencias de miles de muertos.
Sin lugar a dudas, a partir del asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, 1994 fue el año en el que la bestia del crimen organizado se extendió por el país, cebada con la impunidad prohijada desde la Procuraduría General de la República, en la supuesta investigación y conclusión de los asesinatos del prelado, el 24 de mayo de 1993 en el aeropuerto internacional de Guadalajara, y los de Luis Donaldo Colosio Murrieta, el 23 de marzo de 1994 en el suburbio tijuanense de Lomas Taurinas, al que siguió el de José Francisco Ruiz Massieu, el 28 de septiembre del mismo año, a unos metros del Monumento a la Revolución, sobre la calle de José María Lafragua, el ilustre poblano liberal.
Coincidentemente, todos los caminos llevaron a Tijuana, cuando esta ciudad fronteriza se convirtió en plaza en disputa por los cárteles de la droga y las bandas de traficantes de seres humanos. Tijuana como centro de la investigación de los asesinatos del cardenal Posadas y de Colosio. Tijuana como escenario histriónico de la dizque investigación de Pablo Chapa Bezanilla y los acuerdos y sobornos entre quienes supuestamente representaban al largo brazo de la ley y los delincuentes que poco a poco se volvieron algo más que sanguinarios.

Mientras, la política se salpicó de la impune adquisición del poder y el PRI se fue con la memoria perdida de lo que un día pudo ser y no fue. ¿Dónde enterró el tricolor las propuestas colosistas? ¿Quién de sus prohombres en el poder central puede recitar de memoria la parte medular del discurso de Luis Donaldo Colosio aquel mediodía del 6 marzo de 1994 en el Monumento a la Revolución, en ocasión del LXV aniversario del PRI?

En unos días más, el PRI, de vuelta en la Presidencia de la República, buscará en las urnas el triunfo en los comicios que se celebrarán en 14 estados de la república. En Tijuana, singularmente, se libra la batalla por Baja California. El PAN ha echado su resto de la mano del PRD, el PANAL y el Partido Estatal Baja California para mantener el poder en esa entidad.

El PRI va en busca del tesoro perdido. Todo cambia para seguir igual; el discurso es el mismo por más que digan que se modernizan porque la modernidad democrática la dejaron en el atril cuando Colosio ya no estuvo para cohesionar al partido.
Las siguientes líneas han sido recitadas mas no aplicadas por los prohombres del PRI durante los años que corrieron desde aquel 6 de marzo de 1994 cuando Luis Donaldo cimbró al partido y los analistas consideraron que había roto con Carlos Salinas de Gortari. A saber:
“Hoy somos la opción que ofrece el cambio con responsabilidad. Somos la opción que mejor conoce lo que se ha hecho. Que sabe de los resultados de sus programas, de sus aciertos y de sus errores.

“Somos la opción capaz de conservar lo que ha tenido éxito y somos la opción de encontrar nuevos caminos de solución para los problemas pendientes.

“No entendemos el cambio como un rechazo indiscriminado a lo que otros hicieron. Lo entendemos como la capacidad para aprender, para innovar, para superar las deficiencias y los obstáculos.

“¡Cambiemos, sí! ¡Cambiemos! ¡Pero hagámoslo con responsabilidad, consolidando los avances reales que se han alcanzado, y por supuesto, manteniendo lo propio: nuestros valores y nuestra cultura!

“¡México no quiere aventuras políticas! ¡México no quiere saltos al vacío! ¡México no quiere retrocesos a esquemas que ya estuvieron en el poder y probaron ser ineficaces! ¡México quiere democracia pero rechaza su perversión: la demagogia!”
¿Tienen algo nuevo estos párrafos? Ojalá y este PRI que retorna al poder entienda el concepto en toda su amplitud. Ni más ni menos. Conste.


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