viernes, 17 de mayo de 2013

Entresemana La solución somos todos Moisés Sánchez Limón

Moisés Sánchez Limón

Cuando el 1 de diciembre de 1982 Miguel de la Madrid Hurtado rindió protesta como Presidente de México, el engranaje de la Renovación Moral de la Sociedad –su slogan de campaña—se echó a andar en operación limpieza para lavar la cara al sistema político mexicano que se había engolosinado con la corrupción.

El abogado Juan Velázquez, de mi absoluto respeto, es un férreo defensor del símbolo de la corrupción de aquel sexenio, el sedicente general Arturo Durazo Moreno, quien como jefe de la Dirección General de Policía y Tránsito del Distrito Federal (DGPyT) fue quizá el último modelo del compadre y amigote iletrado que se saca la lotería porque su compadre y amigote culto, político y de buena familia, llega al máximo cargo de elección popular en México.

Sí, con José López Portillo y Pacheco, Durazo Moreno tuvo sus días de gloria y esplendor, de rosas y vino dicen los clásicos, de hombre de horca y cuchillo que en Francisco Sahagún Baca, a la sazón jefe de la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia, tenía al brazo ejecutor de la mafia desde el poder.

Don Pepe López Portillo transitó en una sui generis campaña electoral solitaria, sin contrincante, como en día de campo y con el slogan de dedicatoria al populismo irredento de Luis Echeverría Álvarez, su cuatacho de andanzas estudiantiles que le heredó el cargo pero igual una galopante crisis económica, cuando el dólar dejó de cotizarse en 12.50 pesos.

La Solución Somos Todos, invocó López Portillo en esos andares por todo el país.
Y, en efecto, todo indicaba que, después de ese populismo de horchata y tamales en Los Pinos, con el concierto de todos los mexicanos el país tomaría derroteros más halagüeños, incluso atizados por la arenga de Don Pepe en términos de ir preparándonos para administrar la riqueza, como si cada mexicano fuese a convertirse en émulo de J.R. Ewing, interpretado por Larry Hagman, el magnate petrolero de la serie Dallas.

La realidad fue otra y no fuimos la solución, sí la parte jodida de ese boom petrolero que abonó a la corrupción en todos los niveles, aquella que hizo millonarios a los que sólo aspiraban a ser ricos pero cuando les abrieron la caja y les dieron firma libre y chequera abierta en cargos públicos, se engolosinaron.

 Y la impunidad los arropó, porque la Renovación Moral de la Sociedad se aplicó de manera selectiva, tanto que al ingeniero Jorge Díaz Serrano lo encarcelaron en medio de un montaje donde diputados y senadores fueron serviles protagonistas del escarmiento, aquella máxima popular de “te lo digo Juana para que me entiendas Chana”.
Sin duda, lo que ocurre en estos días, cuando ha rodado la cabeza del doctor Humberto Benítez Treviño, a consecuencia de la soberbia insolente de su hija Andrea, como procurador de la Defensa del Consumidor, y se airean las corruptelas de César Nava Vázquez, o la operación electoral fincada sobre programas sociales, no es un exceso invocar al slogan de Don Pepe López Portillo y Pacheco: La Solución Somos Todos.

Sí, ésa sería praxis idónea de acabar con corruptelas, tráficos de influencias, impunidades atizadas por los compadrazgos y los juniors y ladies que, en nombre de papi, son hampones disfrazados de  princesas o príncipes de opereta con fuero por obra y gracia del sistema político nacional. Y póngale usted las siglas que quiera.

Los excesos de los vástagos no son nuevos. Vaya, en aquellos días de Durazo y las impunidades soportadas desde Los Pinos, lo mismo Paulina, hija predilecta de Don Pepe, era elevada al nivel de diva, aun cuando no cantaba mal, o El Yo-Yo, hijo de El Negro, se daba la gran vida y cerraba lo mismo congales que centros nocturnos de postín. Y Luego iríamos desgranando sexenio tras sexenio, aunque con Felipe Calderón los cachorros no tenían edad para esas andadas. En fin.

¿La Solución Somos Todos? Sí, pero al Pacto por México le acaban de dar en la madre –tal cual—las veleidades de Gustavo Enrique Madero y los asegunes de Jesús Zambrano, de la mano de los barroquismos de César Camacho Solís. ¿Es mucho pedir que sean serios y se dejen de frivolidades político-partidistas? Creo que sí. No entienden que la solución somos todos. Conste.
  

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