viernes, 28 de septiembre de 2012

DISERTACIÓN DE BEATRIZ PAGÉS EN FORO DEL CLUB DE PERIODISTAS-FUNDALEX




LA POLÍTICA EXTERIOR Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN, ENFRENTADOS A UN PROCESO DE DESMANTELAMIENTO

* Si Vicente Fox y Felipe Calderón no fueron capaces de liderar la Transición interna, menos entendieron que llegaban al poder en un momento de Transición internacional. Cuando el mundo dejaba de ser lo que fue, cuando se estaba llevando a cabo una profunda redefinición del Orden Mundial y cuando la diplomacia mexicana estaba obligada a colocarse a la vanguardia del cambio


México, D. F., a 28 de septiembre de 2012

Por considerar de gran valía, les hacemos llegar la disertación de la Lic. y periodista Beatriz Pagés Rebollar, realizada durante el Foro Política Exterior y Libertad de Expresión en México, celebrado el pasado martes 25 de septiembre en el Club de Periodistas de México.
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Quiero felicitar al Embajador Humberto Hernández Haddad por tener la iniciativa de convocarnos a este foro sobre Política Exterior y Libertad de Expresión. Dos temas que parecería a simple vista no tener relación, pero que en realidad tienen y deben tener a futuro un mayor número de puntos de confluencia dentro de un contexto que exige la internacionalización de México. Gracias Humberto por permitirnos estar aquí.

La política exterior y la libertad de expresión son dos ámbitos de la vida nacional que como mucho otros han estado enfrentados a un proceso de desmantelamiento que los ha vaciado de contenidos.

Desde hace varias décadas, especialmente desde hace dos sexenios, alguien decidió dar muerte a los principios de la política exterior mexicana. Como consecuencia, el país se quedó naufragando en el vacío, sin rumbo, rezagado y sin objetivos específicos. El inédito desprestigio internacional que hoy tiene México es resultado de esa muerte injusta y absurda.

La autodeterminación de los pueblos; la no intervención, la solución pacífica de las controversias; la proscripción de la fuerza en las relaciones exteriores; la igualdad jurídica de los Estado; la cooperación internacional para el desarrollo y la lucha por la paz y la seguridad internacionales, lineamientos de una diplomacia en su momento vanguardista, que ubicó a México en uno de los centros del respeto y la admiración mundial, fueron sustituidos por una expresión pusilánime, de sometimiento extremo hacia Estados Unidos y lo peor de todo de ensimismamiento.

Paradójicamente, la tecnocracia neoliberal, precisamente aquella que negaba y atacaba la definición histórica de soberanía a partir de la justificación de que el país tenía que formar parte de la globalización, fue la autora de haber anulado la política exterior y de haberla reducido a una mirada enana hacia el Norte del hemisferio.

México se ensimismó. No pudo ver, por consecuencia, lo que estaba sucediendo en el orbe y su política exterior además de quedar marginada, desprestigiada, ha sido incapaz de dar respuestas a un contexto internacional marcado por crecientes contradicciones económicas, por una crisis financiera que no encuentra salida, por una geopolítica inestable donde la bipolaridad ya no existe; donde el terrorismo y el crimen organizado han modificado las agendas de las naciones y en el que, por cierto, al gigante norteamericano se le han comenzado a desbaratar los pies.

Si Vicente Fox y Felipe Calderón no fueron capaces de liderar la Transición interna, menos entendieron que llegaban al poder en un momento de Transición internacional. Cuando el mundo dejaba de ser lo que fue, cuando se estaba llevando a cabo una profunda redefinición del Orden Mundial y cuando la diplomacia mexicana estaba obligada a colocarse a la vanguardia del cambio.

Los medios de comunicación y la libertad de expresión misma atraviesan por una crisis similar. Así como México perdió la brújula planetaria, así también la televisión, radio y prensa escrita entraron a un manicomio informativo, gobernado por el pragmatismo publicitario, por la dictadura del raiting y donde la llamada libertad de expresión tiene más apariencia de arbitrariedad, de ilegalidad, que de verdadera libertad. Y es que parafraseando al maestro Fernando Savater quien dijo “la democracia tendrá que ser laica o no será”, así podemos decir: la libertad tendrá que ser responsable o tampoco será libertad.

Pero, además de las consideraciones de carácter ético, tenemos que detenernos en el análisis de los contenidos. Los medios de comunicación son un espejo de lo que está sucediendo en otros espacios. La miopía de la política exterior mexicana, su pobreza y mediocridad, pero sobre todo esa forma monocular de ver el mundo y de verlo volteando únicamente hacia Estados Unidos, tiene su expresión más fiel en los medios de comunicación nacionales. El mismo encierro, ese autismo, ese repliegue patológico de la personalidad sobre sí misma, presente en la diplomacia mexicana actual también está presente en la televisión, radio y prensa escrita mexicanas.

No hace falta ser analista de medios para darnos cuenta de varias cosas: Primero, que el formato de los noticieros responde íntegramente al modelo norteamericano; Segundo, que vemos el mundo a través de los anteojos de Washington, es decir, de sus agencias informativas y Tercero, que somos los más grandes devoradores de la violencia que genera el cine de ese país.

Existe, sin embargo, algo muy contradictorio en todo esto porque el hecho de que los medios nacionales dediquen la mayor parte de su segmento internacional a Estados Unidos, tampoco significa que exista una cobertura amplia y profunda de lo que ahí sucede. La embajadora Olga Pellicer nos dice en uno de sus ensayos que mientras los Angeles Times, el Washington Post, el New York Times han creado secciones especiales con videos y entrevistas para conocer mejor a “México en estado de sitio” o “La guerra en la puerta de nuestra casa”, como ellos le llaman a la lucha contra el narcotráfico, nosotros nada hacemos para llevar a cabo una cobertura eficaz y profesional sobre la operación “Rápido y Furioso” o la represión que actualmente sufren los inmigrantes mexicanos como consecuencia de que la Ley Arizona SB 1070, los criminaliza. Estados Unidos, la Unión Europea, Asia, África y América Latina reciben en los medios de comunicación, un trato tangencial y anodino.

La falta de definiciones en materia de política exterior ha provocado, por otro lado, que se descuide la presencia de México en los medios de comunicación internacionales. Aquí vale la pena preguntarnos: ¿Cómo ven a México en el exterior? ¿Qué imagen y qué imágenes se reciben en el extranjero y si ha existido alguna estrategia para que, cuando menos, exista una versión más equilibrada de lo que es el país?

Recuerdo el caso del programa “Top Gear” de la BBC de Londres donde los comentaristas hicieron escarnio de un automóvil de marca Mastretta fabricado en México. Uno de los comentaristas dijo: “Señores, ¿alguno ha deseado alguna vez un auto mexicano?” Risas, de los acompañantes. El comentarista insistió: “¿Por qué desearías un auto mexicano. Los autos reflejan las características de las naciones. Por ejemplo, los alemanes están muy bien construidos y son muy eficientes, los italianos son extravagantes y son rápidos, los mexicanos son perezosos, inocentes, con flatulencia, obesos, recargados en una barda viendo un cactus y cubiertos con una sábana con un hoyo que usan como abrigo”.

Los siguientes comentarios fueron más ofensivos. Aunque el embajador Eduardo Medina Mora exigió una disculpa pública y Richard Hammond, el conductor del programa se vio obligado a hacerlo, quedó la sensación de que México no reaccionó con suficiente energía y que esto tampoco significó el inicio de una campaña para revertir un estereotipo que condena al país al menosprecio internacional.

El presidente Calderón reúne cada año a los embajadores y cónsules del país para regañarlos y decirles que hablen bien de México porque ellos son los primeros en poner el desorden. Creo que se trata de una visión muy pobre de lo que tendría que hacer el gobierno para revertir el desprestigio del país en el extranjero. Las imágenes de guerra y violencia que se publicitan en el exterior son generadas, en muchos casos, por las mismas autoridades Mencionemos simplemente el caso de la francesa Florence Cassez, acusada de secuestro y que lastimó la relación bilateral por el montaje televisivo que hizo la Secretaría de Seguridad Pública.

Pero vayamos más a fondo. Para el mundo y de acuerdo a lo que Felipe Calderón anunció al inicio de su mandato, México era un país en guerra. “Declaro la guerra al crimen organizado”, dijo en su momento el Primer Mandatario. Esas palabras escuchadas en Alemania, China, Sudáfrica o en el Polo Norte, tienen el mismo y un solo significado. La palabra “guerra” obligó a encender las alarmas de las naciones que pretendían invertir en México o que estaban interesadas en estrechar lazos comerciales y culturales.

Con esa declaratoria de guerra, Calderón provocó que las principales agencias internacionales enviaran corresponsales para cubrir los hechos. Pero, para no defraudarlos, para que los representantes de los medios no se quedaran con las manos vacías, la Secretaría de Seguridad, comenzó a convocarlos cada determinado tiempo para que tomen fotografías de los delincuentes detenidos quienes bajo los nombres de “El Azul”, “El Checo” o la “Barbie” terminan convirtiéndose en el rostro de México en el extranjero.

No me refiero- y en eso quiero ser muy clara- a que la información deba ser censurada. Me refiero a que debe comenzar a recibir otro tipo de tratamiento. No podemos, en aras del protagonismo del gobierno en turno, convertir a los criminales no solo en héroes sino en el centro de la vida nacional.

Pero, vayamos al futuro. Ante el cambio de gobierno, México tiene como uno de sus más grandes retos diseñar una política exterior vanguardista y quiero utilizar como punto de análisis la reciente gira del Presidente electo por Centroamérica y América del Sur. Desde la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, México le dio la espalda a América Latina y hoy paga un altísimo costo económico y político por haber desaprovechado una posición geográfica y cultural que pudo haber convertido al país en un detonante estratégico de desarrollo en la región.

Emilio Lozoya, coordinador de Asuntos Internacionales en el equipo de Transición de Enrique Peña Nieto, declaró el fin de semana pasado que México buscará relanzar su liderazgo en América Latina. Un proyecto de la mayor prioridad donde los medios de comunicación tieneN que jugar un papel fundamental.

¿En qué sentido? En que la integración de México con América Latina y el Caribe tiene que partir, antes que nada y paralelamente de una estrategia de comunicación que permita el reencuentro de naciones que tienen orígenes culturales comunes, pero que cuentan sobre todo con un poderoso instrumento de comunicación: el Español

Los medios deben ser utilizados para hermanar a las naciones latinoamericanas, para que no nos veamos, como hasta hoy nos vemos, como desconocidos, con desprecio, envenenados por el prejuicio e incluso como rivales.

Ayer me comentaba Humberto Hernández Haddad sobre la necesidad de referirme al tema de la agresión a los periodistas. Emilio Alvarez Icaza, secretario ejecutivo de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos dijo que la agresión a los periodistas en México es una de las más críticas del mundo.

Entiendo que sus declaraciones se referían especialmente a los riesgos que hoy corre un periodista al informar sobre aspectos relacionados con el crimen organizado. El tema es complejo y necesita por ello ser revisado a profundidad, pero también con gran honestidad. Evitemos tejer a su alrededor una aureola mitificadora que impida analizar la verdaderas libertades y la responsabilidad de las partes involucradas.

En una guerra entre ejército regulares, existen códigos internacionales que protegen a los corresponsales que llegan a un país o a determinada frontera a cubrir la información. Estos ejércitos y sus respectivos gobiernos están obligados a acatar las disposiciones de Naciones Unidas en la materia.

Una pregunta que siempre me he hecho es: ¿Qué tipo de tratado, código o de convenio se puede firmar con un “ejército” de criminales para que no secuestren o maten periodistas? ¿Cómo evitar que una empresa periodística ponga en riesgo la vida de un reportero cuando lo obliga a infiltrarse en un cártel para obtener información? ¿Cómo impedir que ese mismo reportero sea involuntariamente utilizado a favor de unos y en contra de otros?

El tema es complejo y las víctimas, por cierto, no son precisamente los dueños de los periódicos, los grandes empresarios de la información, sino el que va y busca la nota por oficio.

No hay duda de que México debe firmar con América Latina un acuerdo en materia de protección de los derechos humanos de los periodistas, pero yo diría que ese tratado debe ser redactado a partir de una acuerdo con visión integral donde se considere que el tema del narcotráfico y el crimen organizado debe dejar de ser utilizado por los medios de comunicación para vender ejemplares o para subir el raiting de las televisoras.

MUCHAS GRACIAS.
Foro Política Exterior y Libertad de Expresión en México
México, D. F., a 25 de septiembre de 2012.

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CONTACTO: Renato Consuegra

                    Fundalex (fundalibex@gmail.com)
                    04455-3578-0345;
                    5521-4229
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